Predicar El Evangelio a Los Católico-Romanos/Parte 4

By: Carlos Tomás Knott; ©1999
Este artículo, permitido El Sacrificio Terminado, incluye una serie de citas de los documentos de Vaticano II, el Concilio de Trent y otros textos de católico, que establece el punto que catolicismo enseña, como dogma, que la Masa es un sacrificio continuo y el trabajo no es terminado. Ningún católico jamás puede estar seguro de perdón completo a causa de esto. El artículo muestra cómo Dios llevó el Antiguo Testamento sistema expiatoria por el un sacrificio perfecto y terminó de Cristo, pero catolicismo vinieron e instituyeron la Masa sin autorización divina.

El Sacrificio Consumado

El verdadero Evangelio del Señor Jesucristo no puede ser modificado excepto bajo anatema, y quien pone el anatema es Dios, no los hombres. Como dijimos en el segundo punto (“El Único Salvador”), el Evangelio de Dios anuncia que hay un solo Salvador, y que Su obra ha sido terminada, de ahí que gritó desde la cruz: “consumado es”. Nosotros, con amor y en nombre de Jesucristo, predicamos a todos, incluso y quizá especialmente a los católico-romanos, estas buenas noticias que la Iglesia Católica Romana ni cree ni proclama.

Hebreos1:3 declara que Jesucristo: “habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados… se sentó”. ¿Qué es esto sino la postura de una obra terminada? Pero aunque alguno quisiera discutir este punto y filosofar acerca del significado del hecho de sentarse el Señor, el versículo enfatiza el punto. Dice: “habiendo efectuado”, que no es lo mismo que “habiendo comenzado a hacer”, o “habiendo hecho la mayor parte”. El texto comunica que Jesucristo se sentó después de terminar la obra. Esto fue algo nuevo y bueno para los judíos. En el Antiguo Testamento, durante cientos de años habían practicado los sacrificios levíticos. El libro de Levítico prescribe, punto por punto, cuáles eran los sacrificios que había que presentar a Dios y cómo ofrecerlos. Esto forma parte del primer pacto, el pacto hecho en el monte Sinaí. Pero el libro de Hebreos enseña que el propósito de estas cosas no era sino simbólico, esto es, que eran figuras y símbolos que enseñaban al pueblo, sombras de una realidad que vendría más tarde bajo el Nuevo Pacto.

“Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas” (Hebreos 9:9-10).

Este tiempo de reformar las cosas es el tiempo del Nuevo Pacto, que fue inaugurado por el sacrificio del Señor Jesucristo, el Cordero de Dios, en la cruz del Calvario. El judío tenía que aprender y reconocer que el primer pacto (la ley) no era permanente. Para probar este punto el escritor cita Jeremías 31:34 donde Dios prometió: “nuevo pacto”. En este pacto, las cosas serán reformadas, cambiadas. El mandamiento viejo queda abrogado (Hebreos 7:18), y con eso pasa a la historia el sacerdocio (Hebreos 7:12), el sistema sacrificial, el templo, el calendario religioso, todo el sistema religioso que fue divinamente establecido bajo la ley. Pero hacía falta que los judíos apreciaran porqué, y la razón es porque ha venido el Cristo, de quien estas cosas eran figuras. Él es mejor que Sus figuras. Se ofreció en sacrificio sublime y totalmente eficaz, y terminada la obra de expiar nuestros pecados, se sentó a la diestra de la majestad en las alturas. Intercede por nosotros, y además, nos ha abierto el camino de entrada a la comunión directa y personal con Dios. Tal es el valor de Su sacrificio.

Los judíos tenían que aprender esto y dejar el sistema viejo, porque Dios lo había dejado, anulado y abrogado. No se quedaban sin nada, al contrario, con Cristo mismo, con acceso personal al trono de la gracia, con comunión con Dios. Ahora ya no hay una clase especial de sacerdotes, sino que todos los creyentes son sacerdotes y el Señor Jesucristo es el Sumo Sacerdote para siempre.

Roma Suprimió Las Reformas Divinas

Pero algo ha pasado con esta gran libertad y buena nueva que Dios nos mandó en Cristo. El “algo” es que surgió el catolicismo romano, sin autorización divina, y fabricó e interpuso otra vez todo un sistema de sacerdotes, sacrificios, ritos y ordenanzas, en cierto sentido imitando al judaísmo del viejo pacto que Dios anuló. Esto ha sido ir contra el sentido histórico, volviendo atrás en lugar de ir adelante, y además, totalmente sin apoyo bíblico. Lo del viejo pacto fue establecido por la ley y está escrito en el Antiguo Testa­mento. Pero el establecimiento del catolicismo romano no está en la Biblia, ni en precepto ni en la práctica de los apóstoles. Así que, aunque ella se llama “Apostólica”, no lo es. Los apostólicos somos nosotros, los que creemos y predicamos el Evangelio verdadero de la salvación por la gracia, mediante la fe en el sacrificio consumado de Jesucristo. Los católico-romanos han oído mucho acerca de Jesús, que murió por nosotros, etc. Lo oyen en cada misa. Está en sus mentes y en sus lenguas, y por eso les es todavía más difícil, porque al oír algo que les suena, piensan que ya saben lo que vas a decir y no escuchan con atención. Pero sólo saben las palabras, un poco como los loros, pueden aprender sonidos sin saber qué significan, aunque al decir esto no desearía ofender a nadie. Los católicos no son loros, sino queridos seres humanos, y pueden razonar y entender, pero primero hay que proclamarles la Buena Nueva, y es nuestra responsabilidad y gozo hacerlo.

La Misa Pretende Ser Mucho Más Que Un Memorial

El sacrificio de Jesucristo se terminó. Es algo que no puede ser repetido ni continuado. Los sacrificios levíticos se repetían y se continuaban, precisamente porque no eran eficaces. Si se pudiera repetir o continuar el sacrificio de Cristo, esto significaría que el Suyo tampoco sería eficaz, y esto es lo que pretende el catolicismo con la misa. Hay algunos católicos, devotos, seminaristas, teólogos, sacerdotes, etc., que dicen que la misa sólo es un memorial, un recordatorio. Permíteme hacer un inciso aquí, y señalar que el catolicismo no lo defino yo, ni lo define tu vecino católico, ni el teólogo o el seminarista, ni siquiera el sacerdote o las monjas. Los dogmas de la Iglesia describen definitivamente qué es el catolicismo romano y qué hay que creer para ser buen católico. Es lo que la Iglesia Católica Romana dice, no lo que nuestros amigos, vecinos o parientes dicen que creen, y lo que realmente importa a la hora de hablar de la Iglesia Católica. Y si ellos no están de acuerdo con ella, pues deben ser consecuentes y salir de ella. ¿Qué dice la Iglesia Católica acerca de la misa?

Primero, en el Concilio de Trento, citado más de 70 veces en el nuevo Catecismo Universal, y que todavía es vigente, leemos en los Cánones acerca de la misa lo siguiente (cito exactamente del texto impreso en 1817 en Madrid, en el estilo castellano de aquel entonces):

“CAN. III. Si alguno dixere, que el sacrificio de la Misa es solo sacrificio de alabanza, y de acción de gracias, ó mero recuerdo del sacrificio consumado en la cruz; mas que no es propiciatorio; ó que solo aprovecha al que le recibe; y que no se debe ofrecer por los vivos, ni por los difuntos, por los pecados, penas, satisfacciones, ni otras necesidades; sea excomulgado”.

(El Sacrosanto Y Ecuménico Concilio De Trento, Traducido Al Idioma Castellano por Don Ignacio López de Ayala. Agrégase El Texto Latino Corregido Según La Edición Auténtica de Roma, Publicada En 1564. Quinta Edición. Con Licencia. Madrid, 1817, pág. 243)

Esto debe parar a aquellos católicos que desean afirmar y hacernos creer que su Iglesia ha cambiado, o que no la entendemos bien, y que la misa no es más que un memo­rial o recuerdo como la Cena del Señor que celebramos nosotros. Esto es o ignorancia o astucia, pero en todo caso hay excomunión, (latín: “anathema”) para los que contradigan los Sacrosantos Concilios de la Iglesia y su Ley Canónica. Considera el siguiente extracto de los documentos oficiales del Concilio Vaticano II:

“Nuestro Salvador, en la última cena, la noche en que le traicionaban, estableció el sacrificio eucarístico de su cuerpo y sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz, y confiar así a su esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección” (Conc. Vaticano II SC, 47).

Un memorial, sí, pero no sólo esto sino mucho más, un sacrificio perpetuo. En el libro Dios A Nuestro Encuentro, texto de Religión Católica para el 8º de EGB, 1988, pág. 125, dice lo siguiente:

“La misa, también llamada el sacrificio eucarístico, es el mismo sacrificio de la cruz, no simplemente recordado ni tampoco repetido, sino hecho nuevamente presente. Cristo, como indica la epístola a los Hebreos (9,12.25-26; 10,10.14), se ofreció una sola vez, y sigue definitivamente en esta actitud de oblación al Padre”.

Al lector observador no le es difícil notar en esta cita la palabra favorita de la Iglesia de Roma, “y”, con la que, después de admitir que la Biblia dice que Cristo se ofreció una sola vez, agrega: “y sigue definitivamente en esta actitud de oblación al Padre”. La Biblia no dice esto, y cuando Roma lo dice, trastorna las Escrituras, porque en ellas Cristo mismo declaró: “Consumado es”.

Roma da muchos nombres a su sacramento, la misa, entre los cuales está: “Memorial de la pasión y de la resurrección del Señor”, pero sépase que es sólo un punto, el más breve en la lista, que continúa así: “Eucaristía… Banquete del Señor…Fracción del pan… Asamblea eucarística… Memorial… Santo Sacrificio… Santa y divina liturgia… Comunión… Santa Misa” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1992, págs. 306-307). En este mismo texto, consideremos qué dice acerca del nombre “Santo Sacrificio”:

Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la iglesia; o también santo sacrificio de la misa, “sacrificio de alabanza” (Hch 13, 15; cf. Sal 116, 13.17), sacrificio espiritual (cf. 1 P 2, 5), sacrificio puro (cf. Ml 1, 11) y santo, puesto que completa y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza”.(op cit., pág. 307)

Si permitimos que la Iglesia Católica defina con sus propios documentos qué significa la misa, esto es lo que leemos:

1364 ‘Cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra redención’ (LG 3)”
1365 Por ser memorial de la Pascua de Cristo, la Eucaristía es también un sacrificio… En la Eucaristía, Cristo da el mismo cuerpo que por nosotros entregó en la cruz, y la sangre misma que ‘derramó por muchos para remisión de los pecados’ (Mt 26, 28)”.
1366 La Eucaristía es, pues, un sacrificio porque representa (=hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto…” [a continuación en el texto, para apoyar su argumento, cita del Concilio de Trento: DS 1740].
1367 El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio: “Es una y la misma víctima, que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, que se ofreció a sí misma entonces sobre la cruz. Sólo difiere la manera de ofrecer”: ‘En este divino sacrificio que se realiza en la misa, este mismo Cristo, que se ofreció a sí mismo una vez de manera cruenta sobre el altar de la cruz, es contenido e inmolado de manera no cruenta’ (Cc. De Trento: DS 1743)”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1992, págs. 315-316)

He citado todo esto, que es poco en realidad, en parte para que el lector vea cuál es la posición doctrinal del catolicismo romano, definida por la Iglesia, y también en parte porque los católicos mismos suelen quejarse diciendo que les citamos mal, fuera de contexto, que no entendemos, y así por el estilo. Está claro que no puedo citar aquí todo el Catecismo Universal, pero con lo citado no cabe duda acerca de lo que la Iglesia Católica enseña. La misa es un sacrificio incruento, el mismo sacrificio del Señor, continuado o actualizado, en el cual la misma víctima se ofrece todavía. La Biblia enseña lo contrario, y querido lector, estos no son pormenores ni matices de poca importancia. Nuestro Señor Jesucristo mismo, sin necesidad de ningún concilio eclesiástico, declaró que el sacrificio fue consumado (S. Juan 19:30). La Palabra de Dios afirma en lenguaje no complicado que la expiación de nuestros pecados fue efectuada (Hebreos 1:3). La buena nueva es que la redención fue obtenida. Hebreos 9:12 dice acerca de Cristo: “entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”. “Habiendo obtenido” no significa diferentes cosas a diferentes personas. No se trata aquí de puntos de vista sino de lo que Dios declara en Su Palabra, que la redención ha sido obtenida, esto es, que no se está todavía obteniendo. Hebreos 9:14 dice que Cristo: “se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios”. No dice que todavía se ofrece, sino que habla del sacrificio empleando el pretérito. “Fui al banco” no es lo mismo que “continuamente voy al banco”. “Me curé de la gripe” no es lo mismo que “continuamente me estoy curando de la gripe”, pues en este caso todavía estaría enfermo. “Se ofreció” no es lo mismo que “se ofrece” o “se ofrece ahora” (Catecismo de La Iglesia Católica, pág. 316).

Para ser buen católico, hay que creer lo que la Iglesia dice. Ella cita a veces la Biblia, pero siempre viene con añadiduras suyas. “Y” es su palabra predilecta: memorial y sacrificio, por ejemplo. De modo que si uno cree a la Iglesia Católica, no puede creer a la Palabra de Dios. Hay que escoger, y no se puede hacer síntesis de las dos cosas.

Dios Tiene La Última Palabra

Consideremos lo que la Biblia declara:

‘“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Hebreos 9:24-26).
“Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos…” (Hebreos 9:28).
“Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Hebreos 10:1-4).
“Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:11-12).
“Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14).
“Añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado” (Hebreos 10:17- 18).

El verdadero evangelio que proclamamos es libertador. No sólo libra de la culpa de los pecados y la esclavitud a ellos, sino que también libra de la religión ineficaz que no puede quitar los pecados. El judaísmo no podía quitar los pecados (Hebreos 10:11), ni aun con todos sus sacerdotes, sacrificios y rituales que Dios autorizó. Ni mucho menos lo va a hacer una religión como el catolicismo, que ni fue instituido por Dios, ni la Biblia autoriza sus sacerdotes, ni sus sacrificios. Si el judío tenía que salir de una religión, la de la antigua alianza, que no podía perdonar sus pecados, no podía hacerle perfecto respecto a ellos, ¿para qué practicar el catolicismo romano que es todavía más impotente que el judaísmo? Sin embargo, los sacerdotes católicos cometen el error de repetir la historia de Hebreos 10:11, “Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios” [en este caso, la misa], “que nunca pueden quitar los pecados”. “Nunca pueden” es un absoluto, y un aviso acerca de un problema muy grande: que no hay perdón ahí.

Por eso proclamamos el Evangelio a los católico-romanos, porque necesitan ser salvos no sólo de sus pecados personales sino también de los pecados de la religión falsa que contradice las declaraciones claras de la Biblia con sus añadiduras, razonamientos y tradiciones. La Biblia dice: “donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado”. El romanismo perpetúa un sacrificio y al hacerlo declara que no hay remisión de pecados, que todavía no se sabe, que nadie puede estar seguro. Pero Cristo, al sacrificarse “una sola vez” en la cruz, declaró: “consumado es”. Realmente creer a Cristo en este punto es algo que obliga a uno a arrepentirse del catolicismo romano como secta y salir de ahí. Al reconocer la verdad, puede que uno se enfade con la Iglesia Católica, que se sienta desengañado. Pero no hay que salir de ella solamente porque está equivocada o porque es usurpadora. Muchos han salido de ella sin hallar la salvación. No hay salvación en ella, ni en salir de ella, sino que la salvación está en el Señor Jesucristo, y es obtenible ahora mismo mediante la fe en Él. Hay que salir del romanismo porque somos pecadores y la Iglesia Católica Romana no tiene la solución de nuestro problema. No puede perdonar nuestros pecados ni darnos vida eterna. No tiene Buenas Noticias de Dios, sino que ha resucitado de los escombros un sistema de sacerdotes y sacrificios que nunca pueden quitar los pecados.

¿Para qué celebrar la misa para sacar almas del purgatorio? Es un lugar que no existe y por lo tanto no hay nadie ahí. No puede existir, porque el sacrificio perfecto de Cristo ha sido terminado, y Él ha obtenido eterna redención. No quedan pecados pendientes del perdón judicial de Dios en las vidas de los que arrepentidos, acuden a Jesucristo y ponen su fe en Él. Al confiar en el Cordero de Dios como mi Sustituto, al confiar en que Él murió en mi lugar y satisfizo las demandas de la ley de Dios respecto a mis pecados, Él me justifica. No por obras, sino sin ellas, por Su gracia y misericordia (Tito 3:5). ¿Para qué practicar toda la vida una religión que luego en los portales de la muerte, todavía no te puede asegurar del perdón de tus pecados? Ella misma no conoce este perdón tan bueno, tan gratuito y absoluto como es el perdón que Jesucristo da a todo
aquel que en Él cree. Si la misa pudiera hacerte perfecto, cesaría de ofrecerse. Pero en ese sacrificio se hace memoria de los pecados (ver el Acto Penitencial, por ejemplo). El Evangelio declara que no hay más ofrenda por el pecado (Hebreos 10:18), porque Cristo ofreció: “una vez para siempre un solo sacrificio”. Esto es la Buena Nueva que predicamos: Que no hay más sacrificio por el pecado, de ninguna clase, porque Jesucristo ha obtenido eterna redención para todos los que confían en Él. Para ser perdonado y hecho una nueva criatura, necesitas a Aquel que sufrió por ti, y Él vive y ahora mismo quiere recibirte, perdonarte y darte una vida nueva. Si te arrepientes y crees en Él como tu único y suficiente Señor y Salvador, serás salvo para siempre. Todos tus pecados, pasados, presentes y futuros, serán lavados y quitados en un momento, y tendrás vida eterna. “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida” (1 Juan 5:11-12).

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