El Infierno/Part 3

By: John G. Weldon; ©2011
Si nosotros conocemos solamente una fracción de una nano fracción de todas las cosas en este mundo finito, Āæcómo es que jamĆ”s podrĆ­amos conocer el glorioso carĆ”cter de un Dios infinito—o que no hay infierno entre las profundidades de un universo infinito?

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Si nosotros conocemos solamente una fracción de una nano fracción de todas las cosas en este mundo finito, Āæcómo es que jamĆ”s podrĆ­amos conocer el glorioso carĆ”cter de un Dios infinito—o que no hay infierno entre las profundidades de un universo infinito?

Generalmente es cierto que lo que nosotros pensamos que conocemos, realmente no lo conocemos. Vivimos con nosotros mismos cada dĆ­a, pero, Āærealmente nos conocemos bien a nosotros mismos? En el Ć”mbito de la ciencia, el tiempo permanece siendo un misterio a pesar de nuestra intensa familiarización con el mismo. Pero existen otros misterios igualmente profundos—materia, espacio, luz, gravedad, magnetismo, vida, el origen de la vida, el origen del universo, el cerebro, la conciencia, la mĆŗsica, el amor, el espacio profundo y aun el agua ā€œcomĆŗnā€, para mencionar solo unos cuantos.

La ciencia moderna, a pesar de toda su gloria terrenal, permanece mistificada ante esas cosas tan ā€œsimples.ā€ Los virus y las bacterias comprenden aproximadamente de un 60% a un 90% de toda la vida en la tierra (incontables trillones de ellos), y sin embargo, no sabemos casi nada acerca de ellos. Y aun lo que la ciencia conoce con todo detalle, solamente lo conoce de manera parcial, y mientras mĆ”s aprende, mĆ”s descubre lo grande de su ignorancia. Como Albert Einstein dijo, ā€œAun no conocemos ni una milĆ©sima del uno porciento de lo que la naturaleza nos ha revelado.ā€

Esa declaración es aun mĆ”s marcada hoy en dĆ­a a pesar de los tremendos avances cientĆ­ficos. Los descubrimientos cientĆ­ficos nunca resuelven el misterio de la vida; solamente lo profundizan. Por ejemplo, consideren la conclusión del programa del Science Channel (Canal de la Ciencia) acerca de las asombrosas propiedades de la luz: ā€œIrónicamente, mientras mĆ”s descubrimos sus misterios, mĆ”s grandes estos se vuelven.ā€[1]

Si nosotros conocemos solamente una fracción de una nano fracción de todas las cosas en este mundo finito, Āæcómo es que jamĆ”s podrĆ­amos conocer el glorioso carĆ”cter de un Dios infinito—o que no hay infierno entre las profundidades de un universo infinito? Obviamente, no podemos. ĀæY cómo podemos tener una postura ante las cosas que son infinitas? Si nuestra ignorancia en esta vida estĆ” presente por todos lados, ĀæcuĆ”nto mĆ”s cuando se refiere a Dios y a la santidad, justicia y justificación infinitas? Si nos resistimos a la idea de un castigo eterno, el motivo es obvio—nos resistimos porque tememos o porque no podemos aceptar esa idea, y no porque tengamos alguna seguridad de que no exista, sin hablar de nuestro escape personal aparte de la confianza en Cristo.

Como el Dr. Peter Kreeft dice, ā€œā€¦debe de ser posible para una criatura decirle no [a Dios]. Y eso es, esencialmente, de lo que se trata [[el infierno]]. El libre albedrĆ­o a su vez, fue creado por el amor de Dios. Por consiguiente [[el infierno]] es el resultado del amor de Dios. Todo existe. Ninguna persona en su sano juicio quiere que el infierno exista. Ninguna persona en su sano juicio quiere que el mal exista. Pero el infierno es solamente el mal eternizado. Si hay maldad y si hay una eternidad, entonces debe de haber un infierno. Si es intelectualmente deshonesto no creer en el mal solamente porque es espantoso e incómodo, lo mismo es con el infierno. La realidad tiene esquinas duras, sorpresas y peligros terribles en ella. Nosotros necesitamos desesperadamente un verdadero mapa de ruta, no solamente buenos sentimientos, si queremos llegar a casa. Cierto, como generalmente dice la gente, ā€˜el infierno solamente se siente como no real, imposible.’ AsĆ­ es. TambiĆ©n lo es Auschwitz. TambiĆ©n lo es el calvario.ā€ [2]

En el mundo antiguo así como en algunos lugares hoy en día, durante todo el día las personas han caminado sobre las prisiones y mazmorras que existen debajo de ellas, a sabiendas de que muchos prisioneros viven en condiciones horribles, y algunos han sido torturados en esas condiciones. Eso no parece haber molestado a las personas que estÔn fuera de las mazmorras, y tampoco ahora, debido a la realización de que se estÔ aplicando la justicia, sin embargo muy incómoda para el ofensor.

Pero Āæno es tambiĆ©n cierto que probablemente hay millones de incrĆ©dulos en el mundo hoy dĆ­a quienes en Ćŗltima instancia no tienen problemas con el infierno, aun con un infierno eterno—por lo menos, eso es, una vez que las cosas se vuelven muy personales? Ya sea que es su amada esposa la que fue brutalmente asesinada o de su precioso y Ćŗnico hijito que fue violado y estrangulado, la idea de un infierno eterno como algo justo y apropiado tiende a salir luz. Yo he escuchado a mĆ”s de una persona furiosa que ha sido entrevistada en la televisión decir, ā€œQue se pudran en el infierno para siempreā€ā€”y no estoy seguro si eso fue un sentimiento literal salido del corazón. Pero si acaso algunos incrĆ©dulos quizĆ”s puedan tener un sentir de justicia con un infierno eterno aun aquĆ­, en algunas circunstancias, a pesar de todas nuestras imperfecciones, ĀæcuĆ”nto mĆ”s Dios—quien es infinitamente mĆ”s justo y santo que nosotros—se da cuenta de la necesidad de ese tipo de justicia?

MĆ”s aĆŗn, Āæcómo podemos exigir de Dios que nunca tenga el derecho de exhibir y probar abiertamente las glorias de cada una de sus perfecciones infinitas para el bienestar eterno de todas Sus criaturas, especialmente de todos Sus redimidos? Por ejemplo, vemos Su infinito amor, misericordia, rectitud y justicia en la cruz (vea Romanos 3:25-26; 5-8; Efesios 3:17-19). Podemos atestiguar Su sabidurĆ­a infinita sobre ā€œlos principados y potestadesā€ por medio de la Iglesia eterna (Efesios 3:10). Ɖl tambiĆ©n abiertamente muestra Su infinita santidad y justicia sobre las criaturas que a sabiendas son eternamente rebeldes y quienes claramente escogieron y justamente merecen esa clase de castigo (Romanos 9:22-23).

Y si por lo menos el concepto no les es molesto a muchos incrĆ©dulos aquĆ­, ĀæcuĆ”nto menos la realidad puede molestar a aquellas personas en el cielo cuando ya entienden completamente lo que constituye la santidad infinita y cuĆ”n cierto es el pecado de maldad? De cierto, una vez que las cosas sean completamente entendidas, yo dudo de que haya una sola persona en el cielo la cual en algĆŗn sentido realmente no estĆ© agradecida de que exista un infierno eterno. Agradecida en parte, porque se convierte en la prueba eterna de la santidad, justicia y amor de Dios que no tienen fin. Agradecida en parte, porque la justicia finalmente se cumplió—y de manera eterna; y agradecida sobretodo, en otro sentido, porque existe en el gozo creciente y sin fin del cielo en vez de estar consignada a la agonĆ­a y estar para siempre separada de Dios en el infierno.

ĀæPero por quĆ© permanecer cautivos en nuestra ignorancia de las realidades eternas? En el cielo Dios nos promete, ā€œAhora conozco en parte; pero entonces conocerĆ© como fui conocidoā€ (1 Corintios 13:12) Entonces al final, una cosa es segura: todas las personas que estĆ©n en el infierno conocerĆ”n completamente, y libremente reconocerĆ”n la justicia de su sentencia, sin importar lo mucho que se hayan rebelado en contra de la misma. EntenderĆ”n que eso existe en armonĆ­a completa con el amor infinito de Dios—y para estar seguras, nunca mĆ”s pensarĆ”n que eso era imposible. Basados sobre el carĆ”cter perfecto de Dios y las Escrituras queda claro que cada persona en el infierno estarĆ” completamente segura de dos cosas: 1) libremente escogieron estar allĆ­ y 2) ciertamente merecen estar allĆ­.

C. S. Lewis seƱala que lo que es la muerte para cada persona individual, es la Segunda Venida de Cristo para toda la raza humana. Ɖl procede a discutir el retorno de Cristo como el juicio final, seƱalando que cualquier dĆ­a puede ser el Ćŗltimo para el mundo. Pero para cada uno de nosotros de manera individual, ā€œalgĆŗn dĆ­a un veredicto absolutamente correcto—o si usted prefiere, una evaluación perfecta—serĆ” hecha sobre cada uno de nosotros.ā€ Ɖl seƱala que debido a que el juicio viene de Dios este serĆ” un juicio infalible, y que si da positivo, no tendremos porquĆ© temer. Pero si no, no tendremos ninguna esperanza de que el juicio sea incorrecto. ā€œNo solamente creeremos, sino que sabremos, sin lugar a ninguna duda en cada fibra de nuestro horrorizado o deleitado ser, que como el juez ha dicho, asĆ­ somos: ni mĆ”s, ni menos, ni otro.ā€[3]

Sin embargo, ¿qué sentido tiene el esperar hasta que no tengamos dónde escoger sino aceptar un Veredicto Eterno en contra nuestra cuando el mismo Veredicto puede ser pronunciado ahora, en esta vida, de manera positiva para nosotros como nuestra justificación? Dios nos puede declarar eternamente justos en base a nuestra fe en la muerte de Cristo por nuestros pecados. No tiene sentido el renunciar al perdón ahora cuando eso podría ser imposible en únicamente una hora mÔs.

Simplemente porque a nosotros nos disgusta la idea del infierno o nos cuesta entenderlo, a duras penas eso demuestra que no existe. Si Dios dice que hay un infierno eterno, al final, ese es el final del asunto. Entonces, Āæpor quĆ© usted no le entrega su vida a Cristo, el Único que murió por usted y que prefiere que usted no se vaya al infierno? A pesar de todos nuestros intentos por auto-controlarnos, considere lo poco que podemos controlar nuestras vidas. Nunca pedimos nacer. Gran parte de nuestra vida estĆ” controlada por fuerzas que estĆ”n mĆ”s allĆ” de nuestra capacidad. Es imposible prevenir la muerte o que sea uno consignado a un cielo o un infierno eternos. Solamente ganamos en esta vida y por toda la eternidad cuando nos sometemos totalmente a Dios. Pero una vez que nos sometemos a Dios, siempre ganaremos, sin importar nada, porque Dios ha prometido que a los que le aman, todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8:28) y porque todas las cosas le glorificarĆ”n a Ɖl. Entonces, para la persona creyente, sin importar lo buena o mala de sus circunstancias personales, nunca se pone mejor—solamente lo serĆ” para siempre.

ā€œEs bueno para nuestros dĆ­as declarar que somos un pequeƱo puntito en el paisaje del tiempo, y que la eternidad contiene los trazos del pincel que dibuja una obra maestra en la cual nosotros, en el presente, solamente tenemos unos atisbos. Existen tesoros a ser excavados en la simpleza de un dĆ­a y maravillas a ser descubiertas mĆ”s allĆ” de nuestro lapso de vida. Los pensamientos de Dios van mucho mĆ”s allĆ” de los nuestros. Toda la creación declara la gloria de Dios. Y al presente, solamente tenemos una muestra de lo infinito.ā€[4]

Debido a que ignoramos la ā€œnaturaleza asombrosa de las recompensas prometidas en los Evangeliosā€ revelamos que somos ā€œcriaturas tĆ­midas, perdiendo el tiempo bebiendo y teniendo sexo y ambicionando cuĆ”ndo el gozo infinito nos va a ofrecer… nos complacemos tan fĆ”cilmente.ā€[5]

Lo mejor de los placeres mundanos, seducciones y satisfacciones aun por miles de milenios, son nada mÔs que el estar sentados sobre un montón de estiércol espantando moscas comparado con un solo segundo de experiencia en la Gloria divina. Es sorprendente, pero la mayoría de las personas prefieren el montón de estiércol.

Pero mientras haya aliento, hay esperanza. Por el bienestar de su propia alma y destino eterno suyos, ā€œsomos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; les rogamos a ustedes en nombre de Cristo: ReconcĆ­liense con Diosā€ (2 Corintios 5:20).

Notas

  1. ↑ The Science Channel, ā€œLight Fantastic: the Stuff of Light,ā€ 2004 [La Luz FantĆ”stica: La Materia de la Luz]
  2. ↑ Peter Kreeft, ā€œThe Problem of Evilā€; [El Problema del Mal] http://peterkreeft.com/topics/evil.htm
  3. ↑ CS Lewis, Essay Collection: Faith, Christianity and the Church, Harper Collins, 2000, pp. 52-53. [Colección de Ensayos: Fe, Cristianismo y la Iglesia]
  4. ↑ Jill Carattini,ā€A Slice of Infinity,ā€ [Un pedazo de la Eternidad]
  5. ↑ CS Lewis, ā€œThe Weight of Gloryā€ in CS Lewis, Essay Collection: Faith, Christianity and the Church Harper Collins, 2000 p. 96 [El Peso de la Gloria]Traducido por Walter Reiche B

    walterre@racsa.co.cr

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